Sus hombres —los más macizos, como los que aparecen horadados, rotas sus líneas y su dibujo— respiran, vibran, nos transmiten la tensión de sus nervios y el volumen, la rigidez, la fuerza de sus músculos.
El movimiento está ahí. En cada una de sus piezas existe la agitación descrita por un ritmo y una armonía tonal y total.
Por planos, por elementos geometrizados, Castro Flórez nos presenta la realidad de unas figuras que han ido gestándose, cobrando definición a través del paso reiterado del artista.
'Dinametamorfismo' —y son sus palabras— 'las transformaciones sucesivas sufridas por una forma dada, provocadas por la intervención de la mano y el espíritu del artista'...
Adrián Espí Valdés
Critico de Arte. Exdirector del Instituto 'Juan Gill Albert'