De un solo bocado
la gazuza sucesoria se llevó todo.
En el desprecio, unas gafas rotas y
cientos de hojas en blanco. Numeradas.
Desordenadas quizá por manos
ávidas de presuntos secretos.
El niño, en su juego, ordenó, juntó todas las hojas.
Podría haber leído en sus bordes reunidos
la historia que daba sentido a aquel vacío.
Viento travieso. Atropello de las reformas.
Bulímica ceguera del contenedor de recuperación.
Intercambio entre todas las historias.
Dos cartones con cintas retorcidas por vicios
de viejas ataduras. “Diario Íntimo”.
Jorge Castro 07/07/2005